¡Y desperté!

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
¡Tal vez sea el mejor sueño que he tenido!

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
Y pude sentir el latido de mi corazón acelerado. Entonces, curioso, sorprendido y alegre me di cuenta de que sonreía como un niño.

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!

Y pude percibir que no esperaba nada de nadie ni de mí mismo. Y me di cuenta de que no deseaba intervenir, comprendí lo que realmente es escuchar, lo que es abrir el corazón al otro. Y creo que logré experimentar el amor incondicional.

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
Y descubrí que no necesito más de lo que tengo; y mi alma se llenó de paz y agradecimiento.

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
Y dejé de juzgar a los demás y a mí mismo, y acepté plenamente. Y fui consciente como las palabras pecado, error y defecto dejaban de tener sentido.

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
Y dejé de exigir y de exigirme, de buscar un lugar nuevo y de intentar convertirme en alguien más.

¡Y desperté un día sin el deseo de que todo sea como yo quiero que sea!
¡Tal vez es el mejor sueño que he tenido!

Y ya despierto, me di cuenta de que aunque no podía hacer realidad mi sueño, podía acercarme cada día más a él, para entonces y solo entonces poder contemplar la satisfacción y la plenitud. 

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ERIC MÁVIC
Conferencista, Escritor y Terapeuta en Mindfulness
https://ericmavic.com

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