Mi nombre es Enrique Alfonso Gómez Montiel, soy casado y padre de una niña de 6 años. Realicé mis estudios en la ciudad de Celaya, Guanajuato, de donde soy originario. Tengo la licenciatura en Relaciones Internacionales en sistema integrado UNAM, además de haber realizado diversos estudios en Inglaterra y en Francia, particularmente sobre la lengua, literatura y civilización, tanto inglesa como francesa.
Durante años fui profesor universitario en el Instituto Tecnológico de Celaya y en la Universidad de Celaya, de francés, de introducción al derecho internacional o de tratados y bloques comerciales internacionales, entre otras materias.
Ingresé al Servicio Exterior Mexicano en 2003 y cursé estudios especializados en el Instituto Matías Romero, como todo diplomático de carrera. Serví en Cancillería en la Dirección General para Europa, donde tuve a mi cargo la relación de México con países del centro de Europa. En esa época, una experiencia interesante fue participar como parte del equipo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en la III Cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea, en Guadalajara (2004), trabajar cerca de presidentes, Primeros Ministros y Cancilleres, y trabajar con la hoy Embajadora de México en Washington, Martha Bárcena.
En 2005 fui trasladado a la Embajada de México en Haití donde fungí como Jefe de Cancillería (segundo en mando). Como parte de mis labores, me tocó trabajar de cerca con una misión de paz de Naciones Unidas, situación que no todo diplomático puede relatar, además de participar en encuentros con el presidente haitiano y las más altas autoridades de ese país.
Fue una experiencia interesante, tanto en términos profesionales como humanos, al ser un país con grandes necesidades –comparable sólo con países pobres de África-. Haití es un país que permite poner los pies sobre la tierra, pues contar con electricidad, agua potable, alcantarillado, alumbrado, servicios públicos y lugares de esparcimiento, es algo que en ocasiones uno da por hecho y que, en ese país, o son inexistentes, o son un privilegio. Tuve el honor de recibir en dos ocasiones a buques de la Marina Armada de México, con ayuda para nuestros hermanos de Haití, cuando el apoyo de nuestro país fue muy necesario.
Paralelamente, el área cultural siempre ha sido uno de mis temas de preferencia en materia de política exterior y de promoción del país: estoy convencido de que la cultura debe contribuir a fortalecer la imagen y el valor de México y de la relación de nuestro país con otras naciones. Uno de mis mayores logros fue lanzar la idea de crear el Festival Internacional de Jazz de Puerto Príncipe, como un proyecto de colaboración entre Embajadas, Gobierno y Sociedad Civil de Haití.
Lanzamos la primera edición en 2007 y al día de hoy, dicho Festival persiste y se ha convertido en el evento cultural más importante de ese país. Durante mi estancia de tres años en Haití, también tuve el honor enseñar en la Academia Diplomática haitiana y contribuir a formar a jóvenes diplomáticos de ese país.
En octubre de 2008 me integré a la Embajada de México en Bélgica, como encargado de la Sección Consular. Mi misión fue servir a nuestra comunidad en temas de documentación consular: renovación de pasaportes y de registro civil, atender a los estudiantes mexicanos que acuden ahí de intercambio –entre otros temas-, además de la protección a nuestros connacionales en Bélgica y Luxemburgo.
En Bruselas también tuve la oportunidad de trabajar en conjunto con los colegas Cónsules de otros países sobre temas de interés común, particularmente relacionados con identificar problemas y desafíos comunes que enfrentaban nuestros conciudadanos y cómo idear mejores maneras de apoyarlos. Gracias a mis funciones, siempre mantuve una estrecha comunicación con las autoridades de Bélgica sobre temas que pudieran ser positivos para nuestra comunidad.
En agosto de 2014 llegué a Tucson, como Cónsul Adscrito (segundo en mando). Inmediatamente descubrí un lugar lleno de oportunidades, con una comunidad mexicana vibrante y variada, pues México está presente en la vida cotidiana de esta ciudad: en la comida, en la música, en su gente, en la cultura.
Por ello, si algo ha sido importante, es que el Consulado de México esté presente en todos los ámbitos: comunitario, educativo, cultural, empresarial, turístico, etc. Gracias a los más de cinco años de colaboración cercana con el Cónsul Ricardo Pineda –hasta que concluyó sus funciones en esta ciudad en noviembre de 2019-, logré aprender mucho de él sobre cómo servir mejor a México y a los mexicanos, con todos los retos que ello implica día a día.
Como mencionaba, la promoción cultural y turística para mí es fundamental en la relación de nuestro país con el exterior: en 2015 cuando cambiamos el Consulado a su actual ubicación, concretamos un espacio para talleres, eventos y exhibiciones: la “Galería Leonora Carrington”, en honor a esa gran artista mexicana de origen británico. Cuando develamos la placa de ese espacio, fue un honor recibir a un hijo y a un nieto de ella, quienes expresaron su emoción por ese homenaje a Leonora, homenaje a una mujer migrante, como lo son nuestras connacionales que viven en Tucson.
En Tucson también he disfrutado enormemente los conciertos del 15 de septiembre con la Orquesta Sinfónica del Sur de Arizona y cantantes de ópera mexicanos, pues permiten celebrar nuestra independencia nacional de manera original. Presentarlos ha sido para mí mayor motivo de orgullo: se trata de mostrar la diversidad y riqueza de México y la unión con esta ciudad.
Finalmente, mis pasiones fuera del trabajo y que comparto con mi familia, son la música y el deporte: soy amante de la música clásica, el blues, el jazz, el rock, y además practico el rugby, deporte que descubrí en Inglaterra y en Francia.
Aquí juego con los “Tucson Magpies” y también ha sido una gran oportunidad para acercar a México y Tucson a través del deporte amateur, pues desde 2017 ha habido visitas recíprocas con un equipo de Guadalajara, lo que ha permitido a jugadores mexicanos descubrir Tucson y a jugadores de Tucson a descubrir nuestro país.